La Virgen de la Empanada es una historia popular quiteña. Se trata de un milagro que duró pocas horas. El milagrito de la virgen de la Empanada, la cual cada cien años se le aparece a algún gil que, en lugar de esforzarse por cumplir sus metas, anda por allí pidiendo imposibles a D””S y a toda la Corte celestial.
Este milagro ocurrió en el S XVIII en Quito. Unas cocineras creyeron ver la cara de la Virgen en la mancha de aceite que habían dejado unas empanadas en el papel en que se secaban. Cuando se les enseñó ese papel al nuevo obispo de Quito Don Diego Ladrón de Guevara, este bajó a la plaza y, como primera autoridad de la Santa Madre Iglesia Católica Apostólica Romana en el País de Quito, tomó entre sus manos el supuesto ícono milagroso. Lo vio. Lo examinó con sus ojos de hombre devoto e ilustrado, enemigo del fanatismo impuesto en las Indias por sus predecesores, Doctrineros y evangelizadores y, sin muchas vueltas, se echó a reír, les dijo a los marchantes que no sean tan pendejos que allí no había ninguna imagen de la Madre de Cristo, sino un papel sucio, que usaran la cabeza y que el bien en el mundo se hace de fe, esperanza y caridad, trabajo duro y buenas obras. Sin darles tiempo a reaccionar, acercó a la ”virgencita de la Empanada” a una de las antorchas que le hacían compañía y el papel impregnado como estaba de grasa de chanco, zas ardió en pocos segundos.
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