Cuando tenemos una palabra genérica es porque, de alguna forma, tratamos el tema de manera genérica ¿Qué pasaría si en vez de utilizar el término genérico les diésemos un prefijo numeral griego. Ahora, además de los 8 bisabuelos tendríamos 16 triabuelos, 32 tetrabuelos, 64 pentabuelos...
Dentro de esta herencia exponencial (ver gráfico arriba) hay dos genealogías que permiten hacer un seguimiento lineal: se trata de la serie de padres a hijos. Esta serie se puede seguir a través de la secuencia del cromosoma Y. La otra genealogía es la materna, que se transmite por el ADN mitocondrial de madres a hijas.
Gracias a esa genealogía basada en el cromosoma Y se puede hacer una árbol genealógico de toda la humanidad ¿Y adivina donde están esas raíces? si, en África. Es lo que se llama el Adán del cromosoma Y. Lo mismo se puede hacer con el ADN mitocondrial, es lo que se llama la Eva mitocondrial ¿Y adivina qué? Los dos árboles se pueden superponer. Ambos tienen las mismas raíces en África.
Los apellidos, hasta hace poco, en España se transmitían por vía paterna. Tenemos dos apellidos, el del padre y el de la madre por la presión que hubo en la península por demostrar que éramos castellanos viejos por ambos linajes. Si quisiésemos que los apellidos tuviesen cierto sentido genético, en ese caso los hombres deberíamos tener el primer apellido paterno y mis hermanas tener el primer apellido materno, que a su vez sería siempre el primer apellido materno. Me explico. Mi padre se apellidaba Fernández Valverde. Hijo de Antonio Fernández Miniño y de Saladina Valverde Mayo. Mi madre María Isolina Moreira Adán, hija de José Moreira Moreira y de María de las Mercedes Adán . Yo me debería llamar Esteban Fernández Villar. Mis hermanas deberían llamarse Villar Fernández. De esa manera, se podría con los apellidos hacer un seguimiento de la herencia mitocondrial femenina, y el apellido paterno en los varones serviría para hacer un seguimiento del cromosoma Y masculino.
Imaginemos que nos reproducimos cada 25 años. Hace un siglo tendríamos 32 progenitores. Cada uno de ellos importantes. Si alguno de ellos, por lo que sea, no estuviese el día que tendría que estar para que se produjese la fecundación, no existiría ese descendiente 4 generaciones después. Somos, por tanto, el producto de esos 32 individuos reproductores. Desde un siglo hasta nosotros, por ejemplo, yo nací en 1967, en 1867 hasta 1967 habría habido 31 actos sexuales necesarios e imprescindibles para que naciese yo. Si alguno de esos no hubiese tenido lugar... yo no existiría.
El árbol genealógico de mi cromosoma Y. En rojo los asesinados por falangistas, José, Eduardo y Rogelio. En negrilla, los niños muertos por enfermedades infecciosas antes de los dos años. La línea de puntos representa la diferencia entre la era preantibiótica y la era antibiótica en la que mis hermanas y yo crecimos. |
Si seguimos la secuencia hacia atrás: ocho bisabuelos, dieciséis triabuelos, etc. Si cada generación está separada de la anterior
por 30 años, podríamos haber llegado a tener hace 1000 años, allá por el siglo XI unos 8000 millones de progenitores: 1000 años dividido entre 30 es 33 generaciones, 2 elevado a 33 es igual a 8000.000.000 progenitores. Esto sabemos que es imposible, porque en el caso de Europa, se calcula que hace 1000 años el mundo albergaba 400 millones de personas, 50 en toda Europa.
¿Es una contradicción pensar que la población a medida que nos retrotraemos en el tiempo disminuye mientras que el número de progenitores aumenta? No, porque desde
generaciones no tan lejanas algunas de las ramas confluyen, y si nos
retrotraemos a tiempos remotos, ni siquiera cabe hablar de ramas. En el pasado, cuando las poblaciones eran más reducidas se producía con frecuencia el cuello de botella, o el efecto fundador, por la que unos pocos progenitores daban lugar a una numerosa descendencia.
Efecto cuello de botella. Fuente Wikipedia