La angustia de que tus hijos no te entendían
Pedro Leiva, indígena de Malacatos, hoy Ecuador, hizo un descubrimiento fundamental para la historia de la medicina: el primer tratamiento contra la malaria. El descubrimiento de la corteza de la quina y sus propiedades antimaláricas. Posteriormente se extraería el principio activo, la quinina, una molécula que abrió la puerta para el desarrollo de otras moléculas de importancia clínica. Pedro Leiva, además de descubridor también fue padre (suponemos) y seguro que sufrió angustia al ver que otros se arrogaban el mérito del descubrimiento y los beneficios de la explotación de una corteza que llegó a valer su peso en oro. Era un hombre de conocimiento, eso si lo podemos dar por cierto, porque alguien que hace un descubrimiento científico de tal magnitud tenía que serlo. Quizás la mayor angustia fue la de ver que sus hijos no eran conscientes de lo que suponía haber descubierto el primer tratamiento para una enfermedad tan devastadora. Unos hijos y sus descendientes, que nunca le dieron su nombre o a una calle. El reconocimiento a un árbol que supuso tanto en la historia de la medicina. Un árbol que no está en el escudo del Ecuador y sí en el de un país vecino. La angustia de ver como la medicina ancestral de la que él era parte no recibía reconocimiento y si lo llevaban los sabios europeos, las mismas personas que habían condenado a su gente a llevar una existencia de segunda clase.
Pedro Leiva no tiene calle, plaza o placa conmemorativa en el Ecuador, ni tan siquiera en su Malacatos natal. Tenemos que cambiar eso.
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