Damos nuestros datos alegremente y los manipuladores los utilizan para saber hasta qué punto pueden apretarnos. Les interesamos vivos. O, dicho de otra manera, debemos ser lo suficientemente solventes para no declararnos en quiebra, poder vestirnos, comer y beber, mientras les pagamos las cuotas que les enriquecen. En estos casos, la ley de oferta y la demanda, algo asociado a las interacciones competitivas, no opera. Ninguno de los proveedores va a bajar los precios. Cuando tenemos, no varios proveedores que compiten entre sí, sino un único proveedor al que estamos unidos por contrato, ese proveedor y yo jugamos una partida de cartas en la que él conoce mis cartas y yo no conozco las suyas. ¿Quién ganará la partida?
Publicar un comentario