No producir también te expulsa de determinados ambientes
Michael Houellebecq, en su novela Sumisión, plantea que para que una sociedad tenga recambio generacional se necesitan familias. Y las familias sólo se pueden dar allí donde existe un compromiso. Ese compromiso, plantea, está muy ligado a la idea de sumisión, de obediencia. El islam proporciona a la sociedad francesa ese marco en un ejercicio de ficción política en donde un partido islamista, pactando con un partido socialista acostumbrado a pactar porque hace decenios que no conquista una mayoría absoluta, se hace con el poder... y de repente, a los franceses, la idea de una sociedad basada en el islam no les parece tan mala idea.
Si una sociedad se basa en la obediencia, cuestionar esa obediencia es muy arriesgado. La obediencia se consigue no por la coacción, sino por el convencimiento de que las cosas no pueden ser de otra manera. Cuando se forma una grieta en el sistema, la presión puede ir abriéndola más y más hasta que todo se desmorone.
Esa grieta se puede dar en todos los sentidos. Lo mismo para un fanático religioso que para un ateo cientificista. El cientificismo es también un sistema que teme las grietas. Si una sociedad necesita hijos para tener su recambio generacional habrá que ver como se pueden articular las familias dentro de un marco que no sea el de la sumisión si es que queremos una sociedad igualitaria. Por ahora, los grupos sociales que tienen hijos: musulmanes, cristianos comprometidos, gitanos articulan sus familias de manera patriarcal. Y por la razón que sea, esta organización es efectiva en términos de hijos por familia.
En la película Idiocracia se explora, en términos humorísticos, lo que supone a la larga, que las familias que apuestan por la educación y la formación tengan menos hijos que otro tipo de familias. Por lo tanto, si la apuesta es un tipo determinado de sociedad, como es el caso de la sociedad egipcia, que desde los tiempo de Nasser y su laicismo han pasado al islamismo de los Hermanos Musulmanes, es completamente coherente que expulsen de la televisión al ateo. De la misma manera, en determinados colectivos en los que la producción científica, intelectual o artística es una obligación, el tener hijos y sacrificar producción por prole, te expulsa del colectivo.
Cuando tienes hijos te ganas un espacio en el mundo. Tu te morirás pero, de alguna manera, vives en tus hijos. Nadie te puede expulsar de lo que tu has creado cuando tienes hijos.
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