miércoles, 24 de septiembre de 2025

Al competidor le duele perder su territorio, al parásito perder la obediencia de su víctima

El competidor necesita un territorio

Hay peces pelágicos que frezan libremente. En este caso el territorio es prescindible. El pez globo, como especie, se las ha ingeniado para hacer que los machos compitan por un territorio en el que aparearse con las hembras. La  competición estriba en fabricar discos simétricos en la arena del fondo del mar. Los machos requieren un territorio cuando compiten entre si. 

Fig. 1. Disco simétrico creado por el pez globo macho. La simetría es lo que atrae a las hembras

El territorio de un macho siempre es una hembra. El pez diablo macho nace con la boca sellada y un olfato bien desarrollado. Utilizan ese olfato para rastrear las feromonas de la diabla, que se convierte en la única posibilidad de evitar la muerte. Si no encuentran pareja mueren de hambre. Cuando encuentran y se fijan a la hembra, el macho segrega una enzima que digiere la piel de la boca del macho y la del dorso de la hembra, de forma que el macho se queda fijado permanentemente a la piel de la hembra cual sanguijuela, nutriéndose directamente del torrente sanguíneo de la hembra, que es mucho más grande como se observa en la figura 2. 

Fig. 2. Pareja de  Melanocetus johnsonii

La presión selectiva sobre los machos de peijesapo selecciona a aquellos con gran capacidad olfativa. Los mosquitos  macho, las polillas macho, todos tienen tremendas antenas plumosas para barrer una mayor cantidad de aire en busca de feromonas.

Fig. 3. Macho y hembra de mosquito.

En este caso la lucha por el territorio sería la búsqueda infinitesimal de la molécula de la feromona de la hembra que los guie hace el óvulo en el interior de la hembra. 

El parásito necesita una debilidad

Las arañas bola, del género Mastophora, ciertos escarabajos carabos o algunas plantas carnívoras imitan el olor de sus presas para atraerlas. Una especie de escarabajo produce un opioide y las hormigas le permiten entrar en el hormiguero en donde este "drug dealer" se alimenta de las lasvas recien nacidas. 

Ciertos tipos de orquídea le pegan en la frente de la abeja que las polinizan su órgano reproductor. La necesidad de azúcar de las abejas las convierte en parte de la estrategia reproductiva de la planta. 

Podría estar toda la tarde recordando ejemplos similares. Lo importante, a la hora de construir mi argumento, es la relación del parásito con sus presas. No las destruye, no las devora. Genera en ellas una dependencia. Busca que la dependencia sea incondicional. Cuando lo logra trata de replicar esa dependencia en otras víctimas. El parásito no destruye, somete. 


Al competidor le duele perder su territorio, al parásito perder la obediencia de su víctima. La orina que marca el territorio de un felino, las banderas repartidas por las plazas y edificios oficiales tienen un equivalente en el mundo del parásito: 

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