viernes, 14 de septiembre de 2018

Las quebradas, el subconsciente andino

Cervantes retrató en el Quijote cómo la locura conduce nuestras vidas. Esta obra obsesionó a un joven Sigmund Freud, la persona que crearía el concepto de subconsciente. Ese cauce oculto que arrastra el lodo de las experiencias de un río que vienes de nuestros abuelos, nuestros padres y que continuará en las vidas de nuestros hijos. La locura siempre transcurre en ríos profundos. En espacios que nuestra consciencia niega.

Todas las ciudades tienen sus barrios prohibidos, allí en donde se comercia con aquello que no tiene cabida en nuestra faceta respetable. Los famosos barrios rojos, rosas, chinos... En las ciudades andinas esos espacios están asociados a un accidente geográfico: las quebradas. Las quebradas van más allá de ser un simple accidente geográfico, son un espacio con vida propia.
Las quebradas andinas quiteñas son a la ciudad lo que los canales a Venecia
Curiosamente, lo mismo que en nuestra vida tratamos de soterrar aquellas pasiones bajo la premisa de "lo que tiene que ser", las ciudades andinas han tratado de convertir la quebrada en planicie. La quebrada es un espacio de negación, allí viven personas como los hermanos conocidos como los dolaritos, adictos a las drogas, que consiguen su sustento haciendo chauchas a los vecinos por un dolarito. Tienen su vivienda en una carpa en la quebrada. Cuando no tienes donde vivir siempre lo puedes hacer en un hueco de la quebrada. Por tanto, rellenar una quebrada es sanear un barrio, negarle el espacio a aquellos que nada tienen, alejar el crimen y la basura. Convertir un espacio andino en una planicie europea. 
El Bulevar 24 de mayo se sitúa sobre la quebrada que bajaba del Pichincha. El agua de Quito bajaba por la cascada de la Chorrera del Pichincha recorriendo lo que hoy es este bulevar.
La ciudad histórica de Quito se situaba entre dos quebradas que se abrían en las faldas del volcán Pichincha. Por ellas bajaba el agua que alimentaba la ciudad: la chorrera, una cascada cercana a la ciudad, el barrio del placer en donde se situaban los baños del inca y que sería barrio de tolerancia.
 
El agua del río profundo, como una cicatriz, que daba vida a la ciudad y que la partía en dos.
Encajada en la Quebrada de la Chorrera se encuentra el penal Panóptico construido por García Moreno
Con la expansión de la ciudad esas cicatrices se fueron rellenando, la ciudad fue perdiendo algunas de esas quebradas que acentuaban la verticalidad de la ciudad. Quito es una ciudad alargada en un valle, a 2800 metros de altitud, que transcurre de norte a sur, a los pies del volcán Pichincha, de 4784 m. Ese valle, como si de un escalón elevado se tratase, se continúa en otro valle 600 metros más abajo, el valle de Cumbayá. En pocos kilómetros tenemos un desnivel de 2500 metros. Las quebradas andinas quiteñas acentúan esa verticalidad, son a la ciudad lo que los canales a venecia.
Pese a que las quebradas siempre fueron asociadas a la basura, a la falta de leyes, a las malas energías y el crimen, son los espacios elegidos por las clases pudientes para tener sus casas. Bosmediano, la Gonzalez Suárez... los mejores espacios de la ciudad están asomados a quebradas. Edificios tremendamente verticales. Vivir en esos lugares permite asomarse a unas vistas tan verticales que te hace sentir rico en espacio. Lo mismo que cuando tienes una casa con vistas al mar: tu vista no alcanza, el espacio cambia a lo largo del día.

La luz y las nubes si filtran a través de esos espacios andinos verticales creando unos atardeceres espectaculares: el sol brillado como oro entre sombras omnímodas, la niebla trepando desde el valle a 2200 metros a la ciudad de Quito, a 2800 entre las quebradas de Guápulo. Las nubes que caen en cascada desde el cercano valle de Lloa. Para aquellos que echamos de menos el mar gozamos, sin embargo, el juego de luces que se cuelan entre las brechas de las montañas y las nubes y las nieblas que vienen a la ciudad desde la selva a través de esos canales. Es un espectáculo marino. El norte de la ciudad de Quito es semidesértico porque un volcán de más de 5000 metros supone una barrera entre esta corriente de nubes provenientes de la selva y la ciudad. Esa humedad exhudada por ese mar verde del Amazonas se queda atrapada en los glaciares de color azul del volcán Cayambe.

Las precipitaciones regulares, en esta zona andina, van erosionando la falda de los volcanes, formando cascadas, acentuando quebradas, discurriendo en ríos profundos. Ríos que no se ven y que reciben las aguas servidas de una ciudad de dos millones y medio de almas. Esos ríos profundos y contaminados acentúan lo maldito de esas mismas quebradas. Por eso mismo, como cuando vamos al psicoanalista, para escuchar qué es lo que nuestros subconsciente nos tiene que decir, para entender la locura que conduce nuestras vidas, entender las quebradas es fundamental para reconocerse como andino. No podemos rellenar las quebradas lo mismo que no podemos negar nuestro subconsciente.
El parque Lineal de Solanda, en el sur de Quito, transcurre paralelo a una pequeña quebrada que sirve a los vecinos como zona de relleno y para pastar vacas

En julio de 2019, la quebrada del parque Lineal de Solanda, que se observa arriba, ya ha sido rellenada

Al sur de Quito existe una cooperativa de viviendas, la Cooperativa Solidaridad, que exige a los propietarios de las viviendas unas horas de trabajo comunitario, lo que en la región andina se llama trabajo de mingas, trabajo cooperativo. Con ese trabajo la comunidad está regenerando la Quebrada Ortega, la quebrada que está al lado de las viviendas. Al recuperar la quebrada para los vecinos están consiguiendo que ese espacio deje de estar negado y prohibido. Ahora ellos pueden ver el estado de las aguas del río, tomar conciencia del problema ecológico que antes estaba oculto a ojos de todos. Más que ecología se trata de una curación de la psique del habitante de los Andes. En pocos lugares del mundo podemos ver a un colectivo humano tan adaptado a las montañas. De amplio pecho y mejillas sonrojadas, los andinos muestran estar adaptados a la falta de oxígeno de estas altitudes. Amar a los andes es amar esta fisiología, es amar a los surcos que deja el tiempo. Es amar la luz y las nubes cambiantes. Jorge Icaza, para mi el mejor escritor ecuatoriano, escribió sobre este pueblo que "que venera lo que odia y esconde lo que ama". Recuperar las quebradas es exponer a nuestros ojos sus ríos ocultos, es reconocer que Quito es una ciudad vertical, como Venecia lo es por su canales. Es un ejercicio de búsqueda de la felicidad en la aceptación de uno mismo, de aquello que nos hace únicos y bellos.
 Hay una quebrada hermosa que baja del Rucu por entre el monte de las Antenas y el Kuntur Wauchana (que es la pared que se ve desde la Av. Mariana de Jesús.
 Este quebrada desembocaba en la laguna de Iñaquito, hoy parque de la Carolina y esta laguna a su vez desaguaba en Cumbayá a través de la quebrada de la Plaza Argentina



 

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