viernes, 10 de agosto de 2018

¿Cómo haces para que esos cabrones trabajen?

Uno de los problemas de los movimientos de izquierda es el buenismo. Pensar que, como debemos liberar a los oprimidos el nuevo sistema político no va a necesitar de mecanismos que garanticen que todo el mundo cumpla con su tarea, que aquellos que detentan poder no abusen de él.

¿Cómo haces para que esos cabrones trabajen cuando ya no está el capataz? Esa es una pregunta oculta que nadie quiere tocar en "Rebelión en la granja" pero que está ahí y es necesaria. Quienes entienden esta necesidad son los cerdos que acumulan poder y se vuelven en opresores para que el nuevo sistema funcione, traicionando así los principios de igualdad y no explotación que guiaron la revolución.

En el feminismo ocurre algo semejante. La mujer está oprimida. Hay que liberarla... y al mismo tiempo nos encontramos con que es más fácil obtener sexo para una mujer de un hombre que viceversa, eso confiere un poder que no se puede mentar bajo la premisa "la mujer está oprimida". La mujer le dedica mucho tiempo a la familia y eso le da un papel preponderante, y en los divorcios ese papel tiene su peso, a favor de las mujeres. El control de los hijos también choca con la premisa "la mujer está oprimida" y no se puede hablar de ello.

La familia se basa en unos principios de reciprocidad, altruismo y cooperación. ¿Cómo haces para que esos principios se cumplan? La familia tradicional tenía unos mecanismos sutiles de represión: preservar el buen nombre de la familia, los sermones del cura en la iglesia etc, casi todos atentaban contra la libertad de la mujer.  Poco a poco se han ido minando por la necesidad de dotar de los mismos derechos a las mujeres, por construir una sociedad más igualitaria y justa. Hoy en día hay una crisis de natalidad importante en aquellas sociedades más igualitarias. Tener hijos ha dejado de ser atractivo y deseable. Con la pérdida de la familia las personas dejamos de disfrutar de un espacio de solidaridad y de sociabilidad. Cada vez estamos más solos y nos sentimos más vulnerables.

Con la pedagogía ocurre algo similar. Se ha trabajado muchísimo en mejorar las técnicas de enseñanza: desarrollo de la imaginación, trabajo en equipo... y sin embargo, entre los profesores, existe un secreto convencimiento de que una hostia de vez en cuando les vendría bien para espabilar. En la "Morfología del cuento" del etnólogo soviético Vladimir J. Propp nos cuenta que los cuentos son la transformación cultural de los antiguos ritos de iniciación de las culturas cazadoras-recolectoras en las que se sometía a los chicos a pruebas difíciles y a menudo mortales como paso previo, como preparación, para la vida adulta.

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