Apoyar la educación
pública es un deber de todo ciudadano que pretenda que ningún niño
se quede atrás por falta de recursos económicos, que la educación
esté basada en criterios pedagógicos y no sectarios y que sirva
para alcanzar un nivel de educación cada vez mejor. Hay que apoyar a
la educación pública, pero no a la que tenemos ahora en España. Si
vemos las gráficas del dinero que se gastan los países per capita
veremos que España está entre el grupo de los que más invierten,
sin embargo en las encuestas PISA el papel de nuestra escuela es más
bien mediocre. La razón no estriba exclusivamente en la pereza de
los estudiantes, como algunos profesores sugieren. El problema está
en que sólo se exigen responsabilidades a los estudiantes, el
eslabón más débil, por eso el nivel de abandono escolar en este
país es tan alto. La figura del profesor funcionario se creó para
evitar que los profesores fuesen destituidos a cada cambio de
gobierno. Sin duda tuvo su función en su tiempo. ¿Lo tiene ahora?.
Vemos que en Finlandia los profesores son contratados por el centro.
Los padres vigilan que los profesores de sus hijos sean los más
capacitados. ¿Qué ocurre en España? Nuestra legislación es
paternalista y trata a los distintos agentes del proceso educativo,
maestros, alumnos y padres de alumnos como niños pequeños, como
descerebrados que buscan por medio de la picaresca solucionar sus
problemas personales. Entonces la administración elimina
interlocutores y emana unas leyes educativas que pretenden dar
solución a todos los problemas habidos y por haber. Ley educativa
que se cambia a cada paso pues cada gobierno constata que la
educación no funciona y se cree en la obligación de hacer, él
solito, algo al respecto.
Caso práctico. Niña con
problema visual. Recomendaciones desde el primer día de curso para
que se le preste atención educativa. Un optometrista que la trata
recomienda exámenes orales. El centro falla en seguir las
recomendaciones, muchas de las cuales están en su propia ley de
atención a la diversidad educativa y como la niña no alcanza los
objetivos, objetivos que no tienen en cuenta su problema visual ¿Cuál
es la solución? Que la niña repita y luego “ya tal”. Da igual
que su hermano menor esté en el curso inferior y que sea un niño
que destaque con lo cual la comparación con el hermano será un
motivo de estrés, da igual que haya acudido puntualmente todos los
días a clase y que haya llevado los deberes hechos, da igual muchas
otras cosas extracurriculares. Da igual. Algo no ha funcionado,
digamos a nivel alumno y a nivel colegio. A nivel alumno había una
razón ¿Cuál es la razón del colegio?. Bien, vamos a inspección y
hacemos la denuncia. Tenemos todos los correos electrónicos con
fecha en los que se puede comprobar la desidia del equipo docente
frente al problema de la niña, informe de la psicóloga con la que
ha trabajado la niña durante todo el años e informe del
optometrista. No tenemos la respuesta aún, pero se que lo más
probable es que sea desfavorable para la alumna. ¿La razón? Pues
que lo que ha hecho la inspección de educación en este caso es lo
mismo que hace el ejército cuando hace un juicio sumarísimo: al
militar lo juzgan “jueces militares” y su “abogado defensor”
es otro militar. ¿Cuál es la respuesta de este tipo de tribunales?
Pues fallar a favor de la institución claro está. Si se va a juzgar
a esta niña ¿Dónde está la figura que defienda los intereses de
esta niña?.
No me voy a extender más.
Describo aquí un malfuncionamiento del sistema. Ojalá se subsane
algún día. Respecto a educación, como en deporte, en ciencia o
cualquier otra faceta de la vida, la pólvora ya se ha inventado. Hay
que volver la vista hacia aquellos que destacan en cada proceso y
estudiar el porqué son casos de éxito. En Europa son los
finlandeses, por cierto.
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