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jueves, 15 de febrero de 2018

La Reina de las Nieves

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La Reina de las Nieves es una metáfora de los grandes ideales. Los grandes ideales: la Religión, la Ciencia, la Revolución, el empoderamiento de la Mujer, los derechos de los animales... Cuando se cree en los grandes ideales se vive en un mundo de perfección, sin fisuras. Es el mundo de la propaganda.
El mundo del hielo es un mundo perfecto. Sin impurezas. La belleza de sus formas, los fractales matemáticos. Kay, el niño protagonista, tiene una esquirla de espejo mágico en su ojo. Este cristal le hace ver todas las imperfecciones magnificadas. Por ese motivo se vuelve un imitador talentoso. Sin embargo, cuando es raptado por la Reina de las Nieves, descubre el mundo de la perfección de las formas puras y el hielos impoluto.

El fragmento de hielo se va de su ojo con las lágrimas que despiertan en su corazón helado la visita de su amiga de la infancia. No es una visita cualquiera. Es la visita que sucede después de un viaje en busca del amigo desaparecido. No es una visita cualquiera. Es la visita que significa el hallazgo, el fin del viaje. De un viaje que es propósito, voluntad, seguridad de llegar.

El amor es algo que solo cabe en una mano cerrada. En gallego se dice "Todo o que eu che quero cabe nunha man fechada". La mano cerrada es la unidad. Lo uno siempre es el propósito. Aquellos que hemos perdido el tiempo en grandes ideales hemos experimentado la falta. Los grandes ideales juegan bien en el terreno de la perfección. La perfección lo explica todo. Excepto la falta, la contradicción, el viaje y la biografía, siempre imperfecta.

El problema con la perfección es que pone límites. Separa, levanta fronteras, exige el olvido. La perfección tiene armarios, cajones en donde se guarda lo que se deshecha. Albert Einstein tuvo un hijo esquizofrénico, que fue internado en una institución psiquiátrica y desatendido por su padre. Hay determinado tipo de inteligencias que no pueden lidiar con la imperfección.

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