21 de octubre de 2014
07:23 h.
Si hay algo fascinante en torno a la sexualidad de la mujer, es el
hecho de que todavía se trata de un vasto territorio que explorar, como
el cerebro o el mundo antes de que se descubriera América. Muchos
intuían que había una nueva ruta a las Indias y existían indicios de una
zona cerebral inexplorada, aunque nadie había llegado nunca hasta allí.
Con el orgasmo femenino y cómo viajar hasta él, existen también bastantes misterios sin resolver:
el punto G, la mayor o menor sensibilidad de la zona vaginal –esa cueva
de Alí Babá llena de sombras y tesoros–, o el nuevo concepto de
complejo clítoris-uretro-vaginal. Ideas que se revisan constantemente,
desde los tiempos en los que las mujeres teníamos la incapacidad innata
para disfrutar del sexo hasta hoy, en los que continúa el debate sobre
si hay dos tipos de orgasmos femeninos o uno solo.
Las últimas noticias al respecto han llegado hace muy pocos días, merced a un estudio llevado a cabo por dos investigadores italianos, (padre e hija) Vincenzo y Giulia Puppo, publicado en el Clinical Anatomy Review bajo el título de Anatomy and physiology of the clítoris, vestibular bulbs and labia minora with a review of the female orgasm, and the prevention of female sexual dysfunction. En él, los Puppo echan por tierra algunos conceptos y proponen una nueva terminología para designar ciertas partes de la anatomía femenina. Ante tal desconcierto sabemos ya que no deberemos recriminarle a ninguno de nuestros amantes su poca experiencia o conocimiento del cuerpo de la mujer. Sería exigirles más que a los propios expertos.
Vincenzo, del Centro Italiano de Sexología de Bolonia, y Giulia, bióloga de la Universidad de Florencia, sostienen, entre otras cosas, que el orgasmo vaginal es una falacia, lo mismo que el punto G. En cuanto al clítoris, que según ellos proponen debería pasar a llamarse “pene femenino”, Vincenzo sentencia que “el clítoris interno no existe, es en su totalidad un órgano externo compuesto de glande, cuerpo y raíces, que están escondidas”. La vagina no juega, para estos expertos, ningún papel en la fisiología del clímax, ya que está desconectada del clítoris, única zona en la que reside el placer, por lo que conceptos como el orgasmo vaginal o el punto G son contraproducentes, porque puede hacer que muchas mujeres se sientan frustradas al no conseguirlos o localizarlos. Las áreas que se ponen erectas, cuando se estimulan durante el sexo, deberían dejar de llamarse ‘complejo clitoral’ para pasar a denominarse ‘pene femenino’, escriben en su extenso estudio. Los Puppo tampoco creen en una zona que está empezando a ser investigada por los expertos por su importante implicación en el mecanismo del placer y del desenlace del orgasmo y que se denomina complejo clítoris-uretro-vaginal, ni, por supuesto, en la eyaculación femenina.
Las criticas a esta nueva concepción de la sexualidad de la mujer no se han hecho esperar. Barry R. Komisaruk, profesor de psicología de la Rutgers University, en Newark, New Jersey, ha declarado a Reuters Health que “Puppo es ignorante o descarta la evidencia que muestra que aplicando cierta presión al clítoris, la vagina o el cérvix se activan diferentes áreas del córtex sensorial. Mujeres con lesiones en la espina dorsal y que no tienen sensaciones en la zona del clítoris pueden sentir en partes de la vagina y el cérvix. Los Puppo refutan teorías ya admitidas sin hacer estudios o pruebas que desmientan las anteriores”, ha comentado este profesor.
En lo que algunos expertos sí se muestran más de acuerdo con la versión italiana es en la incapacidad de la ciencia para demostrar la existencia del escurridizo punto G. Amichai Kilchevsky, un urólogo de la Yale School of Medicine, en New Haven, Connecticut, comentó a Reuters al respecto, “no creo que haya muchos científicos que estén de acuerdo en que hay un punto G. No creo que haga ningún favor a ninguna mujer referirse a él como a un punto. Es probablemente un sistema de estructuras vasculares que tienen todo tipo de interacciones”.
Pero lo que si ha causado algo más de revuelo es la loca idea de llamar pene femenino al clítoris porque nos trasporta a la época de Freud, que calificó al único órgano diseñado exclusivamente para el placer en la raza humana como “pene inacabado”. “No veo ninguna razón para usar ese término y estoy bastante segura de que la mayoría de las mujeres y hombres norteamericanos estarán de acuerdo conmigo”, ha declarado Debra Herbenick, una científica e investigadora asociada en la Indiana University Blooming School of Public Health, al diario británico Daily Mail. “Imagino que los hombres interesados en las mujeres no querrán hablar sobre estimular el pene de sus parejas; y, por otra parte, a muchas mujeres no les gustará pensar en sí mismas como sujetos portadores de penes”, añade.
Francisca Molero, sexóloga, ginecóloga y directora del Institut Clinic de Sexología de Barcelona, reconoce que hay grandes lagunas respecto a la fisiología del placer y del orgasmo femenino. “Nos queda todavía mucho por saber y es muy difícil y arriesgado decir qué cosas existen y cuáles no, porque el hecho de que no se hayan descubierto no significa que no estén ahí. Yo creo que hay lo que se llama un complejo clítoris-uretro-vaginal que se activa con la respuesta sexual y que todavía se está estudiando su funcionamiento. Es cierto que, generalmente, la forma más rápida de que una mujer llegue al orgasmo es con la estimulación directa del clítoris, pero la vagina también cumple un papel y prueba de ello son las contracciones que en ella tienen lugar durante el orgasmo. Lo que sabíamos hasta ahora, y que ha confirmado el primer sonograma completo en 3D de un clítoris estimulado, es que éste no comprende sólo su parte externa, sino que se ramifica y que el orgasmo vaginal es una estimulación indirecta del clítoris. Además, de que muchas mujeres dicen haber localizado una zona específica en sus vaginas que despierta el placer, lo que podría estar relacionado con el punto G”. Molero ve con buenos ojos que se haya despertado este debate en torno a la genitalidad femenina y su función de cara al placer: “Espero que esto aumente la curiosidad por descubrir más cosas e investigar en el terreno de la respuesta sexual de la mujer”.
Mientras los científicos discuten sobre una materia tan dada al tratamiento filosófico como es la fisiología del placer –¿no han sentido ustedes que el cuerpo entero es una zona erógena cuando han estado motivados y con la persona indicada; mientras el clítoris se convierte en un pedazo de madera cuando no hay feeling?–, Lelo, la marca sueca de juguetes eróticos, prefiere ir al grano, lanzando al mercado Luna Smart Bead, un entrenador personal en forma de aparato especializado en poner a tono los músculos vaginales que, debidamente tonificados, aseguran relaciones más placenteras y aumentan la sensibilidad de las paredes de la vagina, mal que le pese a la familia Puppo. El dispositivo se introduce como si fuera un tampón y emite unas pequeñas descargas eléctricas que nos indican cuándo debemos contraer los músculos y cuándo relajarlos, pero lo bueno es que analiza el estado de nuestra zona pélvica y, con esos datos, elabora un programa de ejercicios personalizados y control de los resultados. No se me ocurre mejor invento para las que quieran empezar con la sana rutina de los ejercicios de Kegel o las que apuesten por la movilidad laboral, que tanto predica nuestro gobierno, y quieran ir a Tailandia a trabajar en un pussy show y lanzar pelotas de tenis con sus partes. En cualquier caso, imprescindible.
Como practicante que soy de la gimnasia erótica de Kegel, diré que tan importante como contraer es relajar y que el principal problema de las mujeres que no llegan al orgasmo es que no conjugan bien los verbos abandonarse, soltar o desconectar. Son, generalmente, controladoras aéreas que viven en sus cabezas, alejadas de sus cuerpos, y la nueva nomenclatura que proponen estos científicos italianos o empezar a llamar pene a su clítoris no creo que les sirva de gran ayuda. Como decía Valérie Tasso en su libro Antimanual de sexo (Temas de hoy), “un orgasmo no se tiene, se aprende a tenerlo. O mejor dicho, se aprende a ‘permitirse’ obtenerlo. Hay que instruirse no sólo en el conocimiento de la propia reacción sexual frente a determinados estímulos anatómicos (saber cómo es nuestro cuerpo y de qué forma nos procura placer), sino, sobre todo, hay que formarse en el difícil arte de dejarse llevar, de dejar que la decisión quede en manos de nuestra respuesta sexual y no de nuestras ‘razones’. Cuando la razón aparece, el orgasmo huye como los corderos del lobo. Cuando la razón toma la decisión, el orgasmo ya ha tomado la decisión antes”.
Las últimas noticias al respecto han llegado hace muy pocos días, merced a un estudio llevado a cabo por dos investigadores italianos, (padre e hija) Vincenzo y Giulia Puppo, publicado en el Clinical Anatomy Review bajo el título de Anatomy and physiology of the clítoris, vestibular bulbs and labia minora with a review of the female orgasm, and the prevention of female sexual dysfunction. En él, los Puppo echan por tierra algunos conceptos y proponen una nueva terminología para designar ciertas partes de la anatomía femenina. Ante tal desconcierto sabemos ya que no deberemos recriminarle a ninguno de nuestros amantes su poca experiencia o conocimiento del cuerpo de la mujer. Sería exigirles más que a los propios expertos.
Vincenzo, del Centro Italiano de Sexología de Bolonia, y Giulia, bióloga de la Universidad de Florencia, sostienen, entre otras cosas, que el orgasmo vaginal es una falacia, lo mismo que el punto G. En cuanto al clítoris, que según ellos proponen debería pasar a llamarse “pene femenino”, Vincenzo sentencia que “el clítoris interno no existe, es en su totalidad un órgano externo compuesto de glande, cuerpo y raíces, que están escondidas”. La vagina no juega, para estos expertos, ningún papel en la fisiología del clímax, ya que está desconectada del clítoris, única zona en la que reside el placer, por lo que conceptos como el orgasmo vaginal o el punto G son contraproducentes, porque puede hacer que muchas mujeres se sientan frustradas al no conseguirlos o localizarlos. Las áreas que se ponen erectas, cuando se estimulan durante el sexo, deberían dejar de llamarse ‘complejo clitoral’ para pasar a denominarse ‘pene femenino’, escriben en su extenso estudio. Los Puppo tampoco creen en una zona que está empezando a ser investigada por los expertos por su importante implicación en el mecanismo del placer y del desenlace del orgasmo y que se denomina complejo clítoris-uretro-vaginal, ni, por supuesto, en la eyaculación femenina.
Las criticas a esta nueva concepción de la sexualidad de la mujer no se han hecho esperar. Barry R. Komisaruk, profesor de psicología de la Rutgers University, en Newark, New Jersey, ha declarado a Reuters Health que “Puppo es ignorante o descarta la evidencia que muestra que aplicando cierta presión al clítoris, la vagina o el cérvix se activan diferentes áreas del córtex sensorial. Mujeres con lesiones en la espina dorsal y que no tienen sensaciones en la zona del clítoris pueden sentir en partes de la vagina y el cérvix. Los Puppo refutan teorías ya admitidas sin hacer estudios o pruebas que desmientan las anteriores”, ha comentado este profesor.
En lo que algunos expertos sí se muestran más de acuerdo con la versión italiana es en la incapacidad de la ciencia para demostrar la existencia del escurridizo punto G. Amichai Kilchevsky, un urólogo de la Yale School of Medicine, en New Haven, Connecticut, comentó a Reuters al respecto, “no creo que haya muchos científicos que estén de acuerdo en que hay un punto G. No creo que haga ningún favor a ninguna mujer referirse a él como a un punto. Es probablemente un sistema de estructuras vasculares que tienen todo tipo de interacciones”.
Pero lo que si ha causado algo más de revuelo es la loca idea de llamar pene femenino al clítoris porque nos trasporta a la época de Freud, que calificó al único órgano diseñado exclusivamente para el placer en la raza humana como “pene inacabado”. “No veo ninguna razón para usar ese término y estoy bastante segura de que la mayoría de las mujeres y hombres norteamericanos estarán de acuerdo conmigo”, ha declarado Debra Herbenick, una científica e investigadora asociada en la Indiana University Blooming School of Public Health, al diario británico Daily Mail. “Imagino que los hombres interesados en las mujeres no querrán hablar sobre estimular el pene de sus parejas; y, por otra parte, a muchas mujeres no les gustará pensar en sí mismas como sujetos portadores de penes”, añade.
Francisca Molero, sexóloga, ginecóloga y directora del Institut Clinic de Sexología de Barcelona, reconoce que hay grandes lagunas respecto a la fisiología del placer y del orgasmo femenino. “Nos queda todavía mucho por saber y es muy difícil y arriesgado decir qué cosas existen y cuáles no, porque el hecho de que no se hayan descubierto no significa que no estén ahí. Yo creo que hay lo que se llama un complejo clítoris-uretro-vaginal que se activa con la respuesta sexual y que todavía se está estudiando su funcionamiento. Es cierto que, generalmente, la forma más rápida de que una mujer llegue al orgasmo es con la estimulación directa del clítoris, pero la vagina también cumple un papel y prueba de ello son las contracciones que en ella tienen lugar durante el orgasmo. Lo que sabíamos hasta ahora, y que ha confirmado el primer sonograma completo en 3D de un clítoris estimulado, es que éste no comprende sólo su parte externa, sino que se ramifica y que el orgasmo vaginal es una estimulación indirecta del clítoris. Además, de que muchas mujeres dicen haber localizado una zona específica en sus vaginas que despierta el placer, lo que podría estar relacionado con el punto G”. Molero ve con buenos ojos que se haya despertado este debate en torno a la genitalidad femenina y su función de cara al placer: “Espero que esto aumente la curiosidad por descubrir más cosas e investigar en el terreno de la respuesta sexual de la mujer”.
Mientras los científicos discuten sobre una materia tan dada al tratamiento filosófico como es la fisiología del placer –¿no han sentido ustedes que el cuerpo entero es una zona erógena cuando han estado motivados y con la persona indicada; mientras el clítoris se convierte en un pedazo de madera cuando no hay feeling?–, Lelo, la marca sueca de juguetes eróticos, prefiere ir al grano, lanzando al mercado Luna Smart Bead, un entrenador personal en forma de aparato especializado en poner a tono los músculos vaginales que, debidamente tonificados, aseguran relaciones más placenteras y aumentan la sensibilidad de las paredes de la vagina, mal que le pese a la familia Puppo. El dispositivo se introduce como si fuera un tampón y emite unas pequeñas descargas eléctricas que nos indican cuándo debemos contraer los músculos y cuándo relajarlos, pero lo bueno es que analiza el estado de nuestra zona pélvica y, con esos datos, elabora un programa de ejercicios personalizados y control de los resultados. No se me ocurre mejor invento para las que quieran empezar con la sana rutina de los ejercicios de Kegel o las que apuesten por la movilidad laboral, que tanto predica nuestro gobierno, y quieran ir a Tailandia a trabajar en un pussy show y lanzar pelotas de tenis con sus partes. En cualquier caso, imprescindible.
Como practicante que soy de la gimnasia erótica de Kegel, diré que tan importante como contraer es relajar y que el principal problema de las mujeres que no llegan al orgasmo es que no conjugan bien los verbos abandonarse, soltar o desconectar. Son, generalmente, controladoras aéreas que viven en sus cabezas, alejadas de sus cuerpos, y la nueva nomenclatura que proponen estos científicos italianos o empezar a llamar pene a su clítoris no creo que les sirva de gran ayuda. Como decía Valérie Tasso en su libro Antimanual de sexo (Temas de hoy), “un orgasmo no se tiene, se aprende a tenerlo. O mejor dicho, se aprende a ‘permitirse’ obtenerlo. Hay que instruirse no sólo en el conocimiento de la propia reacción sexual frente a determinados estímulos anatómicos (saber cómo es nuestro cuerpo y de qué forma nos procura placer), sino, sobre todo, hay que formarse en el difícil arte de dejarse llevar, de dejar que la decisión quede en manos de nuestra respuesta sexual y no de nuestras ‘razones’. Cuando la razón aparece, el orgasmo huye como los corderos del lobo. Cuando la razón toma la decisión, el orgasmo ya ha tomado la decisión antes”.
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