Vicenç Navarro
Catedrático de Ciencias Políticas y Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra y Profesor de Public Policy. The Johns Hopkins University
Una ideología que se está promoviendo por círculos conservadores y
neoliberales a fin de justificar el enorme crecimiento de las
desigualdades que caracterizan los tiempos actuales (resultado de la
aplicación de políticas conservadoras y neoliberales) es que estas
desigualdades son consecuencia de la diversidad genética dentro de las
poblaciones en las que existen estas desigualdades. Según esta postura,
las desigualdades de renta se presentan como resultado de la diversidad
en la composición genética de la población. Así, en un artículo
publicado en la prestigiosa revista Science (“GWAS of 126,559 individuals identifies genetic variants associated with educational attainment”. Science,
21. Junio de 2013), los autores (Rietveld et al.) señalan la estructura
genética de una persona y/o grupo étnico como causa de su desarrollo
educativo y, a través de ello, del nivel de renta que adquiere. Y en la
Universidad de Harvard, una tesis doctoral, “IQ and Immigration
Policy”de Jason Richwine del Departamento de Políticas Públicas (mayo de
2009), se ha aprobado y publicado recientemente en la que se
sostiene que los hispanos en EEUU, procedentes de países de habla
hispana, tienden a concentrarse en las clases menos adineradas y con
menos recursos de aquel país debido a su supuesta inferior estructura
genética, menos desarrollada y de menor calidad –según el autor- que la
existente entre la población blanca nacida en EEUU.
Para demostrar sus tesis, asume que los hispanos tienen una
estructura genética distinta a la de los nativos blancos
estadounidenses. Y, al ver que el cociente intelectual (CI) (que es la
puntuación obtenida en una prueba diseñada para medir la inteligencia) de
los nativos blancos es superior a los de los hispanos, concluye que la
supuesta inferioridad de los hispanos se debe a su inferior estructura
genética. Es sorprendente que esta tesis haya sido aprobada en uno de
los centros que tienen mayor prestigio en el mundo académico
estadounidense.
Los errores y falacias de este estudio son múltiples, comenzando por
asumir una estructura genética propia de los hispanos, un grupo que, más
que étnico, es cultural, que se caracteriza por su enorme diversidad
genética. Este supuesto de uniformidad genética, en sí, es una
valoración enormemente subjetiva, con tonos racistas claros, lo cual es
confirmado cuando el doctorando atribuye también la pobreza de
Latinoamérica a la inferioridad genética de las poblaciones que viven en
aquel continente, en comparación a la existente en EEUU entre los
blancos, para los cuales el autor también asume que tienen unas
características genéticas comunes. Y para llegar a su conclusión, asume
también que la calidad y el desarrollo intelectual de una persona se
miden objetivamente con la prueba de test del CI, prueba bien conocida
por su sesgo clasista, pues mide más la habilidad de respuesta al test
que el nivel intelectual, estando determinada esta habilidad por una
socialización dependiente del contexto social del individuo.
Que una tesis con tanta debilidad metodológica haya sido aprobada en
un centro académico como la Universidad de Harvard dice mucho del clima
ideológico que se ha alcanzado en círculos del establishment
estadounidense, en momentos de gran dominio neoliberal. Tal dominio
requiere una teoría hegemónica, legitimadora y justificativa del enorme
crecimiento de las desigualdades. Esta teoría, en la que lo social se
presenta como biológico, recuerda, por cierto, a las teorías genetistas
del nazismo, que hoy se enseñan sin ningún pudor en algunos centros
académicos estadounidenses.
Es interesante que la protesta que este estudio ha generado en EEUU
(e incluso dentro de Harvard) haya sido desechada por las autoridades
académicas de tal universidad por considerarla un ataque a la libertad
de conocimiento y de investigación, libertad que está, por cierto,
enormemente limitada en aquel centro (y en la mayoría de centros
académicos estadounidenses) como consecuencia de las enormes
limitaciones en su diversidad ideológica, estando la ideología de tales
centros muy sesgada hacia posturas conservadoras y neoliberales, poco
sensibles al pensamiento crítico. En realidad, este panfleto (que se
legitima presentándose como tesis doctoral) intenta justificar una
estructura de poder que es la que financia, apoya y promueve este tipo
de estudios, excluyendo a pensadores críticos de tal estructura y dando
el favor, en su lugar, a pensadores que favorecen tal estructura del
poder –por muy extremistas que sean.
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