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lunes, 14 de enero de 2013

Los estragos de la era preantibiótica

http://eprints.ucm.es/11072/1/T32199.pdf


La muerte en la fotografía gallega.

La documentación de la muerte a través de la fotografía es una praxis que nos ha proporcionado un buen número de imágenes icónicas, entre las que podemos mencionar la del miliciano Federico Borrell fotografiado por Robert Capa, el Pulitzer conseguido por Eddi Adams con la imagen que muestra la ejecución de un prisionero del Viet Cong en Saigon, la del cadáver de Che Guevara realizada por el boliviano Freddy Alborta, las de Susan Meiselas mostrando los cuerpos mutilados en Nicaragua, las del grupo Bang-Bang Club en la Sudáfrica del Apartheid… fotografías que, a causa del impacto que provocan en el espectador, han dado lugar a múltiples análisis sobre el tema.

Sin embargo, la documentación de la muerte que acontece en entornos más domésticos, a pesar de presentar también una abundante producción, presenta una gran escasez de estudios de calidad.
Es por ello que el encuentro con la tesis doctoral realizada por Virginia de la Cruz Lichet Retratos fotográficos post-mortem en Galicia (siglos xix y xx)(Madrid 2010) es, cuando menos, una afortunada noticia.


Fotografía post-mortem en Galicia. Autor desconocido

Toda la obra se caracteriza por un decidido rigor en la investigación, un esmerado estilo ameno y didáctico y una estructura de contenidos impecable, aunando en ella el estudio antropológico con el fotográfico. Las aportaciones que realiza Virginia de la Cruz en esta obra hace que se configure como uno de los más importantes estudios producidos sobre el retrato fotográfico durante el rito funerario.

A lo largo de las primeras páginas encontraremos una aproximación a laevolución histórica de los procesos relacionados con los rituales de la muerte que, además, nos permiten entender la diferencia en la concepción de la muerte entre Europa occidental y Estados Unidos. [Realmente curioso el artículo “Post-mortem photography”, extraído del Philadelphia Photographer, vol. 10, 1877, en el que un fotógrafo norteamericano explica el procedimiento para colocar y hacer posar al cadáver (ver pág. 53-54)].   [...]

Para permitir un entendimiento más amplio del hecho fotográfico post-mortem, Virginia de la Cruz realiza toda una labor de archivo, recuperando prácticas y mecanismos relacionados con el modo de aproximarse a la muerte en la cultura gallega. En este capítulo de corte antropológico se describen una infinitud de elementos pertenecientes al imaginario colectivo sobre el Más Allá gallego. Hemos disfrutado con la profusión de detalles sobre los diversos tipos de contacto con los muertos, la Compaña, las labazadas frías, los agoiros de muerte, la mala y la buena muerte (pág 420 y ss)… junto a detalles más cotidianos como la diferencia entre morir un día laborable o festivo, la “puesta en escena” del velatorio (pág. 435 y ss.) en donde menciona la existencia en algunas parroquias gallegas de unos zapatos de madera pintados de negro que colocaban a aquellos difuntos cuyos posibles eran más bien escasos, la limpieza y arreglo del cadáver, el tipo de ornamentación, el rol femenino, el abellón (danza fúnebre, ver pág. 471), los plantos, las choradeiras, el consolo, el luto…

Información crucial que nos da una visión amplísima del sistema de creencias y ritos en la sociedad gallega y que nos hablan del modo en el que la muerte queda asumida dentro de la vida.

En Galicia la fotografía estará, desde sus comienzos, ligada a la muerte “da protagonismo tanto a los vivos como a los difuntos, uniéndolos en ese espacio-imagen intemporal, reverso de la realidad, nexo matérico de ambos mundos.” (pág. 535).

En estas “performances culturales” que son los ritos funerarios el fotógrafo encontrará de inmediato un papel fundamental.
Virginia de la Cruz ha recogido y reivindicado la obra de Maximino Reboredo(1876-1899), Francisco Zagala (1842-1908), Joaquín Pintos (1881-1967), José Moreira (1888-1967), Ramón Godás (1870-1952), Luis Casado (Ksado) (1888-1971), Estudio Pacheco, Pedro Brey Guerra (1889-1967), Ramón Caamaño (1908-2007), Manuel Barreiro (Forcarei, 1917) yVirxilio Vieitez (Soutelo de Montes 1930-2008) para establecer un magnífico análisis sobre metodologías de trabajo y tipologías fotográficas.

Todo este material le sirve para descubrir la evolución del retrato fotográfico post-mortem (tanto el infantil como el adulto, incluyendo los “reportajes” de cortejo y entierro habituales ya a partir de la década de los 50´) desde finales del siglo XIX hasta el tercer cuarto del siglo XX. Página a página cientos de referencias, diagramas (de una grandísima utilidad para el lector), datos de interés, pero también anécdotas (como la del fotógrafo de Pontesampaio, ver pág. 548) nos van acercando al quehacer de estos fotógrafos.

El análisis meticuloso, foto a foto, que realiza Virginia de la Cruz nos ofrece tal cantidad de datos y conclusiones sobre la evolución en escenografía, puntos de vista, encuadres, iluminación, espacios … que resulta imposible sintetizarlo en unas pocas líneas.

Es una investigación ambiciosa que cubre con éxito las expectativas del estudioso más exigente.
Con esta obra Virginia de la Cruz se confirma como una de las investigadoras más interesantes del panorama actual.

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