miércoles, 30 de julio de 2014

Turismo de primates en Asturias


Turismo lumpen en Asturias

¿Para qué gastarse dinero en campañas publicitarias cuando no hay mecanismos para corregir los abusos?.

Hechos: camping Rivadesella, primera categoría. 9:40 de la mañana, la cafetería abrió 20 minutos tarde. Estoy hablando por teléfono tomando un café en la terraza hablando con mi mujer por el móvil y me encuentro que el camarero está amenazando con un puño en la cara a mi compañero de viaje (viajábamos dos adultos y cinco niños). Cuelgo, entro y medio entre los dos tratando que se calmen ambos. Mi amigo es subinspector de Hacienda, con 50 años cumplidos, el camarero es un veinteañero muy muy cabreado, supongo que mal pagado y al que la dirección ya ha permitido conductas como esta. El camarero dice que me amigo le ha querido agredir con una bandeja cuando le reclamó 2.80 euros de el día anterior. Consigo separarlos y en estos entra el socorrista. El socorrista es el mismo que el día anterior nos anunció el cierre de la piscina con un “Se cierra la piscina, ¡Ale, arreando!”. En vez de tratar que los ánimos se calmasen que es lo que hay que hacer, lo que hizo fue echarnos de la cafetería prohibiéndonos volver a entrar, y delante del hijo de mi amigo decirle hacerle una peineta diciéndo “chupa aquí” “Iros a vuestra puta casa” y “Si no te pega mi amigo lo voy a hacer yo”. ¿Reportaje de la 2 sobre chimpancés en África Central? ¡Qué va hombre! Estamos en el camping Ribadesella, primera categoría, Asturias.

En la dirección del camping no hacen nada más que decirnos que el camarero lleva 5 años con ellos y nunca han tenido ese tipo de problemas. Pienso en la cantidad de excelentes profesionales que hay en el paro mientras me lo dice. ¿Escribir una hoja de reclamaciones? Ya lo hice una vez por un cambio de aceite abusivo en un concesionario Citroen... no sirve absolutamente para nada. ¡Ah eso si! La dirección del camping nos comunica que podemos volver a entrar en el restaurante. Si, claro, ¡Qué majos!.

¿Denunciarlo a la policía? Bien, ahora con las tasas aprobadas por el gobierno tendría que pagar las costas... aun encima, además me voy a trabajar fuera de España y un juicio me obligaría a pagar un billete de ida y vuelta desde Ecuador. Solución: dejarlo pasar.

Las próximas vacaciones que pase en Europa me iré a Alemania o a Islandia, que es hoy en día son países más baratos que España y en donde hay una cultura de la responsabilidad que hace que estas cosas no ocurran, y lo mismo que ahora nos vamos científicos e ingenieros se irán también los turistas.

domingo, 20 de julio de 2014

Los exiliados españoles pudieron desarrollar en México su proyecto humanitario y modernizador

Publicado por Jordi Soler el 20 JUL 2014 en El País Durante los primeros meses de la Guerra Civil, Daniel Cosío Villegas, que era entonces el encargado de Negocios de la embajada de México en Portugal, observó que en medio del caos que se había adueñado de España, había un valioso grupo de intelectuales que se había quedado sin medios para desempeñar su quehacer. Antes de la guerra, el Gobierno de Manuel Azaña había empezado a implementar una ofensiva humanística que buscaba situar a España en un nivel de desarrollo, científico y cultural, que le permitiera integrarse, de manera cabal, a Europa. La Reforma Educativa, inspirada en la Institución Libre de Enseñanza, que había emprendido la II República, ya era notoria en 1937; había una legión de maestros, muy preparados y con una nueva sensibilidad, que trabajaba para elevar el nivel de los alumnos españoles, y lo mismo pasaba en otros campos, había una serie de publicaciones, científicas y literarias, que reflejaban el empeño republicano de construir un país mejor. Había en España, para decirlo pronto, evidencias de un renacimiento cultural. Todo este panorama lo observaba Daniel Cosío Villegas desde Portugal, y cuando empezó la guerra, y vio que de prosperar el golpe militar aquel empeño iba a desvanecerse, pensó que México tendría que ofrecer ayuda a los intelectuales españoles, ofrecerles un asilo temporal en lo que terminaba la guerra, una casa donde pudieran dar clase, escribir, continuar con sus investigaciones porque al ayudarlos, y aquí es donde la lucidez de Cosío brilla de manera especial, México se beneficiaría enormemente de sus conocimientos y de su cultura, pues era entonces un país que batallaba todavía contra los fantasmas de la Revolución Mexicana. Así fue como en 1938, en plena Guerra Civil, un grupo de intelectuales españoles se instaló en una institución, creada especialmente para ellos, de nombre La Casa de España, con el apoyo del presidente Lázaro Cárdenas y bajo el aura intelectual de Alfonso Reyes. Un año después los republicanos perdieron la guerra y su proyecto humanístico fue arrasado por la brutalidad militar del General Franco. En 1939 casi medio millón de españoles huyeron a Francia y fueron internados en una serie de campos de concentración que hoy constituyen una de las páginas más oscuras de la historia francesa. Lázaro Cárdenas, que era un hombre convencido de que a los exiliados había que tenderles la mano, desplegó en Francia un operativo diplomático para rescatar a los republicanos que se habían quedado sin país; ya no se trataba solo de un proyecto para rescatar intelectuales, sino de una operación masiva de la que podía beneficiarse cualquier español que deseara reinventar su vida en México. De manera que el Gobierno mexicano, en ese operativo que ha quedado como uno de los episodios más emocionantes de la diplomacia internacional, fletó una serie de barcos que se llevaron, entre 1939 y 1942, a 25.000 españoles a México. El primero de aquellos barcos, el Sinaia, llegó a Veracruz hace, precisamente, 75 años. Un episodio ilustra la vocación cosmopolita que tenía aquel Gobierno, la idea de que el asilo político enriquecería a la sociedad mexicana En cuanto terminó la guerra, La casa de España, que había recibido un año antes a los intelectuales de la República, cambió su nombre a El Colegio de México, esa entrañable institución que sigue, hasta hoy, enriqueciendo al país. Pero la riqueza que aportó el exilio republicano a México no proviene solo de los intelectuales, los científicos y los artistas que ya tenían un nombre y un prestigio, y que pronto empezaron a nutrir las aulas de la UNAM y del Instituto Politécnico Nacional; o a colaborar en proyectos como el del Fondo de Cultura Económica, o a fundar editoriales como Era o Joaquín Mortiz. La verdad es que no hay espacio aquí para escribir los nombres de todos los exiliados ilustres que llegaron a México y se fueron integrando, algunos con más éxito que otros, en todos los campos y a todos los niveles, así que haré, sin más ánimo que dar una idea de lo que era aquella selecta multitud, un breve apunte testimonial, una corta e imprudente ráfaga: José Gaos, Joaquín Xirau, Indalecio Prieto, Remedios Varo, Eulalio Ferrer, Ignacio Bolivar, Emilio Prados, Luis Cernuda, Luis Buñuel, Leon Felipe, José Moreno Villa, Manuel Altolaguirre, Max Aub, Elvira Gascón y un largo, y sustancioso, etcétera. Los colegios del exilio en México que rescata la labor de los maestros republicanos. / Archivo Amapola y Eladio Andrés Pero todo lo que aportó esta zona ilustre del exilio, como decía más arriba, es solo una parte de la riqueza que invirtió, de manera involuntaria, la República española en México; la otra parte, por cierto constituida por la gran mayoría, era una multitud de exiliados sin nombre, que se habían preparado para elevar el nivel de su país y que se veían de pronto, con todo ese conocimiento, en otro país que los invitaba a aplicarlo; porque el gobierno de Lázaro Cárdenas estaba precisamente en esa gesta, quería sacar a México del sopor revolucionario y orientarlo hacia la modernidad, por esto los exiliados, que eran lo mejor y lo más moderno de España, eran un elemento crucial de su proyecto. Los exiliados no contemplaban regresar a España mientras el Gobierno golpista estuviera en el poder y esta condición, como ya empezaba a verse que las democracias del mundo no se movilizarían a favor del Gobierno legítimo de la República, los hacía ver a México como un país en el que permanecerían algunos años, y a la oportunidad que les había brindado el General Cárdenas como el inicio de una nueva vida, que no sería demasiado larga, porque en cuanto se fuera el dictador podrían regresar a España. Ninguno imaginaba, desde luego, que a Franco le quedaban, en ese año de 1939, treinta y seis años en el poder, ni que la mayoría, después de ese tiempo tan largo, ya ni siquiera se plantearía regresar, porque ya serían más mexicanos que españoles. México fue el único país del mundo que, en 1937, en la sede de la Sociedad de Naciones, en Ginebra, defendió el Gobierno legítimo de Manuel Azaña, y condenó el golpe de Estado de Franco y la intervención de Alemania e Italia en la Guerra Civil, ante el silencio y la pasividad del resto de los países que optaron por mirar hacia otro lado. Desde entonces México rompió relaciones diplomáticas con el Gobierno español y mantuvo su posición, su rechazo a la dictadura, hasta 1977, cuando el general Franco llevaba más de un año muerto. Dentro del proyecto de modernización del General Cárdenas los republicanos eran una pieza fundamental En 1939, cuando empezaron a llegar a Veracruz los barcos cargados de exiliados republicanos, México era un país enorme donde había solo 18 millones de habitantes (hoy hay casi 120 millones) y todo estaba por hacerse; el presidente Lázaro Cárdenas acababa de expropiar la industria petrolera e implementaba una serie de políticas sociales que intentaban sacar a México del atraso en que se encontraba, modernizarlo y abrirlo al mundo. Un poco antes de que llegaran los republicanos, hubo un episodio que ilustra la vocación cosmopolita que tenía aquel Gobierno, la idea de que el asilo político, el acoger personas que venían de otros países, enriquecería a la sociedad mexicana. En 1936 el presidente Lázaro Cárdenas dio asilo a León Trotsky, el líder político ruso que llevaba años mudándose de un país a otro, buscando un sitio donde establecerse. Trotsky llegó a la ciudad de México, como huésped de la Casa Azul de Frida Kahlo y Diego Rivera, era un político perseguido del que ningún Gobierno quería hacerse cargo y, mientras llegaba el desenlace trágico que lo esperaba en su nuevo exilio, se convirtió, junto con sus anfitriones, en un polo de atracción que convocaba todo tipo de fuerzas políticas y culturales, tanto que el poeta francés André Breton, que también fue huésped de esa casa en esa misma época, identificó que México era un país donde, en aquel año de 1938, reinaba cierto "clima mental". Cuento esto porque me parece que en esos años había en México, efectivamente, un clima mental que permitió que los exiliados pudieran rehacer su vida. Dentro del proyecto de modernización del General Cárdenas los republicanos eran una pieza fundamental; visto a la distancia, desde el siglo XXI, para México era crucial tener una inmigración como aquella. Desde la distancia todo parece lógico y elemental, pero lo cierto es que el Gobierno mexicano tuvo que hacer un esfuerzo importante para rescatar a esos 25.000 republicanos, y para ayudarlos a situarse una vez que llegaron al país. Sin la visión que tenían del exilio Cárdenas y sus diplomáticos, sin ese idealismo, sin ese clima mental que detectó el poeta francés, México le hubiera dado la espalda a los republicanos, como lo hicieron el resto de los países. Mientras André Bretón contaba en Francia de ese clima que había encontrado en México, los republicanos españoles, esa multitud de exiliados sin nombre, desembarcaban en Veracruz, y se encontraban con ese país donde podían ejercer sus oficios y aplicar sus conocimientos. Sinaia, Ipanema, Mexique, eran los nombres de los barcos, que hoy tienen un eco mitológico, de donde bajaban médicos, ingenieros, arquitectos, maestros de escuela, químicos y farmacéuticos, pero también campesinos y gente sin ninguna preparación. Ahí mismo, en el puerto, eran recibidos por voluntarios, y destinados a las zonas del país donde eran más útiles y así, de golpe, comenzaron a llegar a las ciudades y a los pueblos de México, a enriquecerlos, todos esos españoles que se habían quedado sin casa. Buena parte de ese gran proyecto de la República, que la Guerra Civil expulsó de España hace 75 años, fue heredado por México: no se perdió, cambió de país, en lugar de desvanecerse. Esto es, precisamente, lo que hay que celebrar.