viernes, 31 de enero de 2014

16 razones para amar los libros

Leer es un excelente pasatiempo; eso no es ningún secreto. Pero, a veces, al final de un largo día, es más fácil encender la tele que abrir la novela que tanto te apetecía empezar. ¡No te dejes disuadir! Ser un amante de los libros tiene ventajas muy importantes. Podemos empezar por estas dieciséis:
1. Nunca estás aburrido. ¿Transporte público? Coges un libro. ¿Sala de espera en el médico? Coges un libro. ¿Tus amigos te ignoran porque “nunca sales” y “siempre estás muy ocupado leyendo”? Puedes imaginarte la respuesta: coges un libro.
2. Tienes un sistema bien definido para filtrar a tus citas, aunque también puede ser un inconveniente... La frase "no me gusta leer" es una sentencia de muerte para cualquier relación, a pesar de que todo lo demás vaya bien.
3. Mientras todo el mundo se limita a vivir una vida (probablemente aburrida), tú experimentas cientos de ellas y tienes acceso a la conciencia de miles de personas. Es como la telepatía, pero mejor.
4. Aprendes al mismo tiempo que te ejercitas. Y con ejercicio, nos referimos a sostener un libro en la cama. Tus brazos adquieren una fuerza impresionante.
hold book read outside
5. Puedes comentar los mejores best sellers incluso antes de que hayan salido.
6. Tienes la cita perfecta para cada situación. La de ahora mismo sería: "Los libros son la magia más portátil que existe" (Stephen King, Mientras escribo).
7. Asimismo, tienes la palabra perfecta para describir cada momento. Tu vocabulario es estelar.
8. La gente no tiene que pensar demasiado a la hora de hacerte un regalo.
book present
9. Los diferentes enfoques que muestran los personajes te sirven básicamente de terapia gratuita; estás continuamente recibiendo consejos sobre cómo vivir bien.
10. Si te quedas sin cobertura o se va la señal de Internet por inclemencias meteorológicas, no hay problema. De todas formas, tú tenías pensado quedarte leyendo esa noche.
11. Un mejor lector es un mejor escritor.
12. Tienes en tu poder un sinfín de temas de conversación.
bookshelf
13. No tienes que comerte la cabeza por la decoración de tu casa; tu colección de libros tiene la solución.
14. Has leído tantos libros que eres capaz de llenar tu propia vida de emoción y drama.
15. Según un reciente estudio, la lectura mejora la conectividad cerebral.Es cierto; se ha demostrado científicamente que leer te hace más inteligente.
16. Puedes viajar a cualquier punto del mundo, del pasado y del presente . Puedes ser testigo de todo un siglo de la historia en Colombia o de las relaciones que tenían los ciudadanos en la Inglaterra isabelina.

"Algo habrá hecho tu padre"

Josefina Lamberto, ayer, en Madrid. / SAMUEL SÁNCHEZ
Noticia proveniente de El País.
Dos de la mañana del 15 de agosto de 1936. Un grupo de falangistas aporrea la puerta de una casa en Larraga (Navarra). “¡O abres o la tiramos abajo!”, gritan. Paulina Yoldi, esposa de Vicente Lamberto y madre de Maravillas (14 años), Pilar (10) y Josefina (7), abre. Los falangistas suben hasta el dormitorio y ordenan a Vicente que se vista y les acompañe. “Maravillas pidió ir con él. Y ya no les volvimos a ver”, relata Josefina. A la mañana siguiente, cuando fueron a llevarles el desayuno al Ayuntamiento, cuyo sótano se usaba entonces como cárcel, los falangistas les dijeron que ya no estaban allí. Y los vecinos —el consistorio estaba rodeado de casas, ventanas y ojos que lo vieron todo—, que los habían metido en un camión a primera hora y que Maravillas lloraba sin parar, con la ropa destrozada. “Al llegar al Ayuntamiento, a mi padre lo habían mandado al calabozo, pero a mi hermana la habían subido a la secretaría. Y allí la violaron”.
Josefina, que en marzo cumple 85 años, se levantó ayer a las cinco de la mañana para tomar un tren de Pamplona a Madrid y entregar en el consulado argentino un escrito con la historia de ese crimen atroz. Quiere que se incorpore a la única causa abierta en el mundo contra los crímenes del franquismo, la de Buenos Aires.
“A mi hermana la encontraron muerta, desnuda en un descampado, unos campesinos. Los perros la habían mordido y los campesinos le echaron gasolina y la quemaron. Varios de ellos me ayudaron años después a conseguir su certificado de defunción gracias a que contaron lo que habían visto en un juzgado de Estella”, recuerda. “A mi padre sí lo enterraron, pero por más que buscamos la fosa en el sitio que nos dijo un testigo, no dimos con ella”.
Su hermana tenía 14 años. La violaron en el Ayuntamiento antes de matarla
Josefina piensa en su último momento de felicidad. Fue hace casi 80 años. “Mi padre volvía del campo y yo salía a buscarle al camino. Me cogía de las manos y me subía a la yegua, que también nos quitaron tras matarle”.
La vida entera se torció para Josefina y su familia a partir del 16 de agosto de 1936. “Mi madre se puso a servir en la casa de un militar que no quería niños, así que a mi hermana y a mí nos dejó con otra familia que tenía una chica con síndrome de Down, a la que cuidábamos. A mi madre solo la veíamos los domingos”. Entonces no sabían dónde habían ido a parar. “Años después, vecinos del pueblo nos dijeron que uno de los hijos de aquella familia había violado a Maravillas”.
Paulina decidió probar suerte en Pamplona, donde ganaba unas pesetas cosiendo sacos de cemento. “Dormíamos las tres en un cuarto. Yo en los pies de la cama, y mi madre y mi hermana Pilar en la cabecera. Cuando no teníamos dinero, dormíamos en las escaleras. Para comer íbamos a un comedor social. Nos hacían cantar el Cara al sol antes de darnos la comida”.
Mi madre culpaba a la Iglesia. No me perdonó que me hiciera monja
Un día, el Ayuntamiento les reclamó pagos atrasados de la contribución de la casa de Larraga. “Mi madre y yo fuimos en tren de Pamplona a Tafalla y andando hasta Larraga, a 19 kilómetros. Lo recuerdo como si fuera hoy. Cada poco yo, que tenía 8 años, le preguntaba a mi madre cuánto faltaba. Ella decía: ‘¿Ves aquella lucecita? Allí’. Pero pasamos una lucecita y otra y otra y nunca llegábamos. Caminamos toda la madrugada. Cuando llegamos, nos encontramos un baúl con nuestras cosas en la calle. Lo habían sacado todo de la casa”.
Con 21 años, Josefina tomó una decisión de la que sigue arrepintiéndose. “Me hice monja porque quería trabajar con niños, que ninguno sufriera lo que yo. Mi madre nunca lo entendió. Ella culpaba a la Iglesia de la muerte de mi padre y mi hermana porque en el pueblo decían que habían sido los curas los que habían hecho una lista de rojos. A mi padre lo mataron porque era de UGT y por no ir a misa. Y a mi hermana porque quiso ir con él”.
Pilar llamó a Josefina cuando Paulina enfermó. Su madre quería despedirse, hacer las paces. “Pero las monjas me habían mandado a Pakistán y no llegué a tiempo. Me hubiera gustado pedirle perdón y decirle que tenía razón, porque las monjas me hicieron sufrir muchísimo. Me tenían de esclava, siempre fregando. Fueron crueles conmigo. Cuando a finales de los setenta empezaron las primeras exhumaciones y yo salía todos los días, haciendo autostop a buscar la fosa de mi padre, me lo prohibieron. ‘Algo habría hecho tu padre’, me dijeron”.
Josefina pasó 46 años en aquella orden. Hace 16 dejó de ser monja. “Ahora ya no voy a misa, no creo en nada. He llorado mucho, he sufrido mucho, pero aquí estoy”, relata esta mujer valiente que confiesa que hizo su primer amigo hace cinco años, cuando la invitaron a formar parte de la Asociación de Familiares de Fusilados y Desaparecidos en Navarra.

La querella argentina sigue creciendo

NATALIA JUNQUERA
La querella interpuesta en Argentina contra los crímenes del franquismo sigue creciendo. Este miércoles, además de Josefina Lambarte, también acudieron al consulado argentino en Madrid otras víctimas que quieren incorporarse a la causa abierta en Buenos Aires. 
Aurea Jaso, hija de Aurelio, socialista, desaparecido en el frente de Madrid el 17 de noviembre de 1936, entregó documentación sobre su padre. 
Jaime Esparza, sobrino de Luis Gregorio Esparza y Vitorio Esparza, militantes de la CNT, informó de que ambos desaparecieron el mismo 18 de julio de 1936.
Ángel Urío aportó el caso de su abuelo, Cecilio, miembro de UGT fusilado el 31 de julio de 1936 y arrojado a no sabe qué cuneta.
Ricardo Mula Roca llevó hasta el consulado argentino la historia de su padre, Francisco, funcionario del Gobierno de Navarra y militante de izquierda republicana. Le asesinaron en julio de 1937. Tampoco sabe dónde enterraron su cuerpo.
Julio Fernández incorpora a la querella el fusilamiento de su padre, Juan,  maestro de Lodosa, en noviembre de 1936. 
Goyo San Pedro quiere que no se olvide la historia de su padre, José, fusilado en Castellón y teniente del ejército republicano.Tampoco sabe dónde le enterraron.
Olga Alcega quiere hacer justicia por su abuelo Antonio, un cartero integrante de Izquierda Republicana que fue asesinado en septiembre de 1936.
Arcadio Ibáñez llevó al consulado argentino en Madrid hasta cinco nombres: el de su padre, Arcadio, fusilado en marzo de 1937, y el de otros cuatro sobrinos también asesinados. No sabe dónde están enterrados ninguno de ellos.
Koldo Pla y Joseba Eceolaza aportaron un informe sobre el fuerte de San Cristóbal, una cárcel franquista ubicada en el monte navarro de Ezkaba en la que un intento de fuga se saldó con 207 muertos en mayo de 1938.
Además, este viernes, también se presentarán en el consulado argentino dos denuncias por robo de bebés para que se incorporen a la causa abierta en Buenos Aires. Una corresponde a María Begoña García Bernal, cuyos hermanos gemelos nacieron en la Clínica San Ramón de Madrid en 1962. Y otra a Antonio Iniesta Coria, que busca a su hermana, desaparecida al poco de nacer en el hospital Sanjurjo de Valencia en 1957. 

jueves, 30 de enero de 2014

Divulgare en televisión

http://www.vtelevision.es/informativos/viav/2014/01/29/0031_6_200565.htm

Si se premia la docilidad y se persigue la crítica, no saldremos de donde estamos

http://www.lavozdegalicia.es/noticia/opinion/2013/12/13/xestion-clinica-xeito-cambiar-mentalidades/0003_201312G13P20993.htm

Javier Peteiro Cartelle

CARTA A "LA VOZ DE GALICIA"
Hoy me han publicado como "Carta al Director" una respuesta crítica a un compañero, Fernando Diz Lois, que se había posicionado a favor de las unidades de gestión que quieren implantar en Galicia. Mi escrito ha sido recortado mínimamente (es habitual en esa sección) y lo incluyo aquí en su forma completa:
GESTIÓN Y COMUNICACIÓN
Sr. Director,
He leído atentamente la reflexión de D. Fernando Diz Lois, médico a quien respeto y admiro como profesional y persona, sobre “Xestión Clínica, un xeito de cambiar mentalidades”.
Yo también soy médico y modestamente recojo el guante que lanza al final de su interesante texto.
Creo que una cosa es su insistencia en la responsabilidad del profesional, que comparto plenamente, y otra muy distinta es algo que no señala: ¿quiénes harían el cambio organizativo, con lo que implica en sueldos o incentivos de profesionales? ¿Quiénes juzgarían lo que han venido en llamar pomposamente la excelencia? Y, la más importante, ¿Cuáles serían realmente las repercusiones para pacientes? Se dice insistentemente que se contará con los propios profesionales pero mi ya larga trayectoria en la sanidad pública (en exclusiva) me induce a pensar que no será así en absoluto; que serán los gestores de turno los que, con una mayor burocratización, parcelación directiva y profesionales "de confianza" (término perverso donde los haya), acometan ese posible cambio y sus potenciales implicaciones privatizadoras (sinceramente creo que existe ese riesgo que justificó la pasada huelga).
Claro que hay mucho gasto superfluo, pero se da en un contexto de medicina defensiva por un lado y de obsesión higienista por otro. La expresión “más vale prevenir” ha sido nefasta por lo que ha supuesto
de medicalización de lo normal (las estatinas, ansiolíticos y antidepresivos son un buen ejemplo) y de miedo, expresado en múltiples cribados inútiles y susceptibles de falsos positivos con todas las consecuencias negativas para la salud que suponen. Es cierto que hay rutinas desfasadas como las que implican
peregrinaciones interconsulta en enfermos crónicos, y cuellos de botella diagnósticos por insuficiencias de recursos humanos y materiales. Pero si hablamos de ese cambio cuantitativo en el enfermar (más crónicos, menos agudos), también habría que hablar de dependientes, de viejos, de pobres, etc., porque hay ya demasiada enfermedad derivada de situaciones socioeconómicas.
D. Fernando reta a alguna alternativa. La doy aquí: HABLAR. La comunicación entre equipos directivos y profesionales (todos los profesionales) es tan esencial como inexistente, tanto como imprescindible es acoger las críticas internas. Si se premia la docilidad y se persigue la crítica, no saldremos de donde estamos.
Cuando vea atisbos de esa comunicación, empezaré a creer en supuestas bondades de cambios inducidos desde la decisión política.

jueves, 23 de enero de 2014

Igualico igualico que el difunto de su aguelico

Que España es un país cabrón eso lo sabemos bien los que hemos trabajado fuera. Te das cuenta enseguida lo que supone para un país que el dictador fascista muriese en la cama: legitimación. Lo fascista todavía se legitima en nuestra sociedad.

Después de colaborar gratis dos años en el Museo Nacional de Ciencia y Tecnología en A Coruña me contrataron mediante una empresa externa: Vendex. Tan pronto entré a trabajar supe que no quería quedarme allí. Detalles como que se me negase un taburete para sentarme mientras vigilaba las salas (se me recordó que en el pliego de condiciones del contrato se hacía referencia a que debíamos ser resistentes a estar de pie varias horas) el salario escaso me decidieron a dejarlo. Estuve tres meses que coincidieron con la inauguración del museo y para mi fueron tres meses muy interesantes desde el punto de vista divulgativo. Pero estar de pie en las salas no era lo mío (una vez pasada la inauguración el museo no lo visita nadie) y lo dejé. Hoy esta empresa está siendo investigada. Por favor, pasen y vean

El grupo Vendex, una «agencia de empleo»

La jueza Pilar de Lara investiga si la concesionaria funcionaba como un organismo de colocación de personas próximas a cargos municipales

8 votos
La jueza Pilar de Lara lleva al menos desde el 2011 con la lupa puesta en la relación entre el grupo empresarial Vendex y el Ayuntamiento de A Coruña. Las sospechas de amaños en los contratos municipales con esa firma han derivado en la instrucción de la denominada operación Pikachu, pieza separada de la Pokémon que suma ya, solo en A Coruña, 19 imputados. El martes declararon dos y mañana lo hará, entre otros, el primer teniente de alcalde de la ciudad, Julio Flores.
Por lo que ha trascendido de las declaraciones ante la jueza de Lugo, todo apunta a que en A Coruña no circulaban los sobres con dinero -al menos no lo hacían con profusión- sino que los presuntos favores se pagaban de otra manera: con regalos caros y, sobre todo, enchufando en las empresas del grupo al personal que le indicaban desde determinados círculos de poder en María Pita.
Hacia los enchufes de amigos y familiares de funcionarios, ediles y asesores se han dirigido las últimas investigaciones. De Lara está tratando de aclarar un complejo árbol genealógico que arranca en el Ayuntamiento y se ramifica por firmas como Sermasa y SAU, filiales del grupo.
Presuntos enchufes de esposas y maridos -con salarios de hasta 3.000 euros al mes- y de otros recomendados en diferente grado de parentesco forman parte de la investigación que instruye la jueza y sobre la que pesa el secreto de sumario.
Entre las costumbres de la empresa figuraba, por ejemplo, el envío, en Navidad, de lujosos regalos a determinados responsables municipales. Viajes gratis para funcionarios y hasta obras de reforma de algún domicilio están en los expedientes que se guardan en Lugo.
Una larga historia
Lo que De Lara investiga ahora no es nada nuevo para quienes trabajaron de cerca con las firmas de Vendex. «¿Alguna vez se vio un anuncio de empleo de esa empresa? Todos entraron aquí por enchufe, yo también», relata una exempleada de una de las filiales que pide mantener el anonimato. Apunta, además, que el interés que despertaba el grupo entre algunos altos cargos estaba menos relacionado con posibles mordidas que con otra característica: «Eran obedientes, contrataban y despedían a quien le mandaban», cuenta.
Esa forma de actuar comenzó, presuntamente, hace años, pero la jueza no circunscribe sus investigaciones al pasado remoto. Buena parte de las imputaciones están relacionadas con hechos ocurridos después del 2011, si bien se han hecho preguntas en sede judicial por actuaciones que se remontan hasta el año 2003.
Entre el personal del Ayuntamiento los había que, presuntamente, además de recibir regalos gozaban de viajes privados gratuitos y en algún caso hasta de servicios de limpieza en sus domicilios a cargo de empresas que tenían contratos con el consistorio.
De Lara lleva tiempo preguntando a los imputados por esos posibles regalos y por las listas de personal a fichar a dedo desde María Pita, unos listados, indican fuentes del actual gobierno local, que llegaron a circular con alegría en otras épocas por el palacio municipal.

sábado, 4 de enero de 2014

2000 personas trabajando en la catedral

La catedral de Segovia en un principio sólo tenía un altar. Un cura y un sacristán se hacían cargo de las misas. Los pueblos de los alrededores pagaban un diezmo para el manteniento del templo. Con el tiempo en cada recoveco se instaló una capillita. Cada capillita tenía su cura y su sacristán. Todas vivían de los diezmos de los pueblos de los alrededores. Luego se puso el coro, con el maestro de coro... y el organista... los que se encargaban de los cirios, las flores... En sus buenos momentos "trabajan" 2000 personas en esa catedral. La catedral de Segovia no es una excepción. Lo que aquí sucedió, y me contaron, se puede extrapolar a todas las catedrales españolas. Si vemos el plano de la catedral vemos que los números 1,2,3,4,5,7,8,9,10,11,13,16,20,21,22,23,24,25,26,y 27 corresponden con las capillas de la catedral. En total 20 altares. Cada altar estaba separado del "publico" con una verja. El coro también tenía una verja.

¿A que se parece a la situación española actual y sus miles de organismos públicos?

viernes, 3 de enero de 2014

La conversación de la mesa de al lado

Me ha impresionado este artículo de Santiago Alba Rico. Da igual que sean ejecutivos de una empresa o postdoctorales de un departamento. La lógica es la misma

La conversación de la mesa de al lado

La Calle del Medio


Para comprender lo que es la literatura basta con escuchar una conversación entre desconocidos, desde la distancia de otra mesa, en un café o en la antesala de un médico. Siempre hay algo solemne, ridículo, teatral, en las palabras más banales y sinceras que se intercambian dos personas cuya vida no conocemos desde dentro, cuyos discursos no hemos trenzado con los nuestros. Todos los desconocidos son personajes de ficción o muñecos de guante, movidos trabajosamente por clichés que asoman muy visibles, como hilos y cartones, bajo la ropa. Pero nosotros, en cuanto que desconocidos para los desconocidos, no somos tampoco más profundos o singulares. Por eso, para averiguar lo que somos, para comprender el mundo en el que vivimos, es muy bueno reducirlo a sus engranajes comunes -a una especie de maqueta a escala- y para eso nada mejor que sorprender una conversación entre desconocidos en un local público. Hace unos días, en Barcelona, mientras cenaba en un restaurante popular del Rabal, me quedé prendado de la conversación de cinco jóvenes desconocidos que comían en la mesa de al lado. Eran cinco jóvenes “emprendedores”, como los nombra el lenguaje de la crisis, que trabajaban en una empresa multinacional con distinto grado de responsabilidad. Habían bebido y comido copiosamente y trataban al viejo camarero con desenvoltura y superioridad mientras se intercambiaban -tres mujeres y dos hombres- bromas un poco picantes de un convencional y rutinario machismo. Su aplomo y seguridad, y el placer de esa cena compartida, se fundaba en el privilegio de su situación: tenían trabajo y, a juzgar por la ropa y el menú, bien remunerado. De hecho, sólo hablaban del trabajo: chismes sobre jefes y compañeros, viajes de negocios, diminutos agravios y esperanzas de promoción. Lo primero que me llamó la atención fue, en efecto, la pequeñez casi solipsista del mundo en el que se movían sus vidas y su conversación. Lo que compartían entre ellos sólo lo compartían entre ellos. Por más asombroso que parezca, en 50 minutos no pronunciaron una sola frase lo suficientemente general -ni siquiera de fútbol- como para que cualquier otro , desde fuera, hubiera podido intervenir para asentir o disentir. No hay conversación más privada -privada en todo caso de sentido general- que la que habitualmente desarrollan los trabajadores de clase media del sector terciario capitalista: ninguna secta, ni siquiera la de un partidito de la izquierda argentina o madrileña, alcanza ese nivel de especialización acósmica, sin mundo, propia más bien de los protozoos y los coleópteros.
Compartían claves secretas, a modo de antenas o tentáculos, y compartían también -digamos- una filosofía de la vida. El más veterano de todos ellos, un hombre que se jactaba trágicamente de tener casi cuarenta años, la expuso en pocas palabras ante el silencio reverencial de sus amigos: “Si no te crees lo que estás haciendo no lo haces bien. Como persona y padre de familia, necesito creer que la empresa para la que trabajo es la mejor del mundo. Aunque produzca veneno para ratas o armamento nuclear, necesito convencerme de que es la mejor de su sector. Si no consigo convencerme, no hago bien mi trabajo; no consigo vender ni veneno para ratas ni armamento nuclear. Tiene que haber algo detrás. Somos humanos”. Una ambición de excelencia, un prurito de calidad, la droga de un compromiso emocional, este pequeño ejecutivo de una compañía comercial reivindicaba la forma abstracta de la moral humana, al margen del contenido, como una necesidad afectiva a la que ningún trabajador debía renunciar y sin la cual, sobre todo, ningún negocio o empresa podían triunfar. El capitalismo, digamos, funciona -y produce grandes beneficios selectivos- gracias a esta fe irónica o postmoderna, tan seria como la del catolicismo, de los que necesitan un “compromiso moral” para cumplir una orden: “Como no puedo hacer nada en lo que no crea, me tomo una píldora de fe cada vez que mis jefes me ordenan algo”. Este es un poco el secreto psicológico de todos los genocidios, como bien supo ver Hannah Arendt al analizar los crímenes del nazismo: una especialización acósmica sostenida por el deseo de seguir siendo humanos. El mundo siempre se destruye desde fuera de él y en nombre de una ética.
Los cinco jóvenes “emprendedores”, a la distancia de una mesa, eran actores, personajes de ficción, marionetas movidas por clichés que ellos no veían bajo su ropa. Creían estar viviendo y divirtiéndose cuando en realidad estaban ilustrando un tipo humano (como yo hubiese ilustrado otro, sin duda, si hubiesen vuelto la cabeza para mirarme). Es un tipo humano que quizás no ha existido nunca antes en la historia, el de una clase media surgida en la post-guerra mundial en Europa, ni conservadora ni reaccionaria, que no se define por su inscripción concreta en el ámbito de la producción sino por su “común y radical falta de mundo”. Por un lado, estos “emprendedores” han visto roto todo vínculo con la tierra, con el agua, con el aire y con el fuego, pues en el terreno laboral sólo mantienen lazos concretos con los mediadores humanos de una estructura abstracta, mediadores en los que vuelcan precisamente toda su necesidad de “humanidad” y en los que sacian todas sus nostalgias morales. Por otro lado, disfrutan de un ocio proletarizado y estandarizado a través del acceso a mercancías baratas o, para decirlo con Pasolini, de ese “hedonismo de masas” postmoderno que ha disuelto todas las membranas de la cultura popular. El resultado es la figura del “rehén consumidor”, fiel a su jefe (cuando encuentra uno) y “soltero” de todo compromiso que vaya más allá de su cuerpo: una combinación, si se quiere, de perverso voluntariado guevarista al servicio de Monsanto o el Banco de Bilbao y de incapacidad deleitosa para las representaciones generales.
En un momento en que Europa se derrumba en un proceso parecido al de los años 30 del pasado siglo, no podemos eludir la cuestión. ¿Qué monstruo surgirá de la descomposición de esta nueva clase media? Las repeticiones nunca son mecánicas y jamás ponen en juego las mismas variantes y factores. Si se avecina un nuevo fascismo no será igual al de Mussolini y Hitler. A diferencia de lo que ocurría en 1933, hoy la izquierda europea es muy consciente de los peligros pero carece de los medios para conjurarlos, incluido el análisis de clase ajustado a la nueva situación.
El la mesa de al lado siempre se representa en tono jocoso la tragedia de nuestra época. Da un poco de miedo pensar en estos jóvenes felices, necesitados de fe, estremecidos de desorientada humanidad, el día en que no puedan pagar la cuenta del restaurante y no tengan un jefe de ventas al que admirar.